ES CUESTIÓN DE RESPETAR
El ombligo de Venus
Edith González Fuentes
29 de marzo de 2007
Cuando se combinaban varios temas en una plática, mi abuela solía decir “es de chile, dulce y manteca”. Pues hoy será así, abordaremos varios tópicos de nuestro diario acontecer.
No obstante lo denso del tráfico vehicular en la ciudad de México —del cual nos quejamos amargamente— en realidad poco hacemos por aligerarlo. Estacionamos nuestros automóviles en doble fila sin importarnos obstruir todo un carril y la salida de los que sí observan el reglamento. ¡Ah! Pero eso sí, prendemos las intermitentes para anunciar que ahí estamos. Esas luces parece que dieran la capacidad de convertir nuestras unidades en invisibles.
Los líderes políticos anuncian, muy ufanos, que para tal o cual proceso electoral o lo mismo para algún evento trascendente, han firmado un pacto de civilidad. Se supone que vivimos en un Estado de derecho; regido por leyes —salve la redundancia—, los servidores públicos han jurado cumplir y hacer cumplir la Constitución, entonces ¿para qué firmar esos pactos demagógicos?, ¿no bastará con obedecer la norma para mejorar nuestra convivencia?, ¿estarán condicionando el cumplimiento de la ley a sus intereses?
El castellano o español, armónico idioma, es deformado inútilmente y por pésimas traducciones —entre otros motivos—. Está de moda en las ciencias administrativas y la sicología comentar que posterior a alguna acción se tendrá una sesión de retroalimentación, traducción desafortunada del vocablo inglés feedback. Al consultar el significado del prefijo retro, me entero de que es “por atrás”. En conclusión: así no nos alimentamos. El mismo problema tienen las palabras puchar y accesar ¿costará tanto trabajo decir oprimir e ingresar? ¡Defendamos el idioma!
Caminaba por Bellas Artes cuando fui testigo de que un ciudadano al circular con su automóvil por Lázaro Cárdenas dio vuelta a la izquierda y se impactó en contra de una patrulla de la Secretaría de Seguridad Pública del DF. El conductor, policía varón, iba en sentido contrario, y no percibí emergencia alguna que justificara la acción. Ambos se hicieron de palabras y en lo que les cuento arribaron al lugar otras cinco patrullas. Al hombre que se estrelló con la patrulla se lo llevaron con todo y coche, y con lujo de violencia. Nadie duda de que la policía merece nuestro apoyo en la difícil tarea de salvaguardar la seguridad pública, pero no debemos tolerar el abuso de autoridad y menos como consecuencia de una violación (por parte de ellos) al reglamento de tránsito ¿o no?
Lector ¿has observado que las grúas al servicio de Protección y Vialidad traen el gancho casi al ras del asfalto? Parece algo irrelevante, pero si estás distraído te puedes enganchar, dañando tu automóvil y, de paso, convirtiéndote en delincuente. Por favor caballeros, lleven el gancho alzado un poco más. Gracias.
Cualquier peatón de la ciudad de México es un potencial medallista olímpico. Caminar por las aceras con carros estacionados encima de éstas, cruzar —digamos— Cuauhtémoc y avenida Chapultepec es una odisea, casi ningún automovilista respeta la prioridad de paso que tienen las personas. Se invaden las zonas de seguridad peatonales en los cruces donde tenemos semáforos. Bloqueadas aparecen las rampas para los individuos con capacidades diferentes. Así pues, ser de a pie es complejo y peligroso.
El agua la desperdiciamos con singular alegría. Tomas sin empaque provocan un goteo interminable, la gente lava su automóvil con manguera o riega la banqueta para barrer. Cuando nos lavamos las manos, al enjabonarlas, dejamos la toma abierta ¿qué sucede al tomar un baño o al lavarse los dientes?
Ya mejor ni hablar de eso. Para ahorrar el preciado líquido, el PLIS propone que retomemos aquel programa del Inspector del Agua ¿lo recuerdan? A los niños en edad escolar, los nombraban inspectores. Visitaban casas para recomendar acciones con el fin de cuidar el agua y al notar desperdicios graves los denunciaban. Salió el gobernante y con él, el programa. Revivirlo me parece una prioridad. Otra propuesta es que coloquemos un envase lleno, puede ser de litro, en el interior del depósito del agua del excusado. Cada vez que jalemos, ahorraremos esa cantidad de agua.
Pese a que hemos mejorado, es triste, desesperante,... que al pasar por una escuela en las mañanas, el tráfico sea un caos, pues los padres dejan los automóviles estacionados en “n” filas para dejar a sus hijos. En muchos colegios tratan de poner orden con resultados dudosos. Estamos educando a los niños y están creciendo en la cultura de la anarquía, del no respeto hacia los demás. ¡Van a reproducir esos errores!
Aparte de vivir en una zona geográfica propensa a las inundaciones, agreguemos el hecho de que sin ningún miramiento tiramos basura en las calles de la ciudad. Al rato nos quejamos de que “papi gobierno” no cumple con sus obligaciones ya que las coladeras no sirven. Lástima, porque no recordamos que somos parte de ese grave problema al no colocar la basura en su lugar.
Con este pequeño botón de muestra, es suficiente para que reflexionemos la cita de Kant, convertida en máxima juarista “El respeto al derecho ajeno es la paz” o de Ben Gurión “El que planta árboles, ama a los otros, además de a sí mismo”
El remedio —para esta parte de nuestros problemas sociales—, está en nosotros mismos. Ni siquiera es necesario organizarse, o realizar una marcha con todo y mitin en una secretaría de Estado. ¡No! Es cuestión de respetar reglamentos, de recordar la ética, de hacer prácticos los valores y de no olvidar que allí están nuestros hijos y vecinos.
Un leve parpadeo: un grano más al universo de los agravios, cerraron temporalmente la biblioteca José Vasconcelos. La explicación: corregir errores de construcción y operación. ¿En qué cambió el gobierno del cambio?
El Universal (29 de Marzo de 2007)
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