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 Nota facilitada por: Rocío




 

MUJERES EN LA HISTORIA Y
LA LITERATURA DEL SIGLO XIX
(SEGUNDA PARTE)

El ombligo de Venus
Edith González Fuentes
05 de julio de 2007

Como se mencionó la semana pasada, a contrapelo sobre la creencia de que durante el siglo XIX las mujeres sólo se dedicaban al ornato o al trabajo doméstico, empezamos a referirnos a algunas de las que visitaron nuestro territorio y nos dejaron valiosos testimonios de aquellos tiempos.

SEGUNDA PARTE

Nos quedamos en la narración de la marquesa Calderón de la Barca, que continuamos ahora.

La cortesía en el campo: “Es imposible concebir que nadie pueda superar la humildad y cortesía de la gente pobre del campo. Hombres y mujeres se detienen para darnos los buenos días; ellos, sombrero en mano, y todos mostrando sus blancos dientes mientras sus rostros se iluminan con alegre y confiada bondad”.

“El rebozo mismo, tan gracioso y adecuado, tiene el inconveniente de ser la prenda más a propósito, hasta ahora inventada, para encubrir todas las suciedades, los despeinados cabellos y los andrajos. Aún en las mejores clases, contribuye al disimulo del desaliño en el vestir, pero en el pueblo el efecto es intolerable.”

Las indias: “En cuanto a las indias, las que vemos todos los días traer al mercado sus frutas y sus legumbres, son, hablando en términos generales, sencillas, de humilde y dulce apariencia, muy afables y corteses en grado superlativo cuando se tratan entre sí: pero algunas veces se queda uno sorprendido de encontrar entre el vulgo caras y cuerpos tan bellos, que bien puede suponerse que así sería la india que cautivó a Cortés; con ojos y cabello de extraordinaria hermosura, de piel morena pero luminosa, con el nativo esplendor de sus dientes blancos como la nieve inmaculada, que se acompañan de unos pies diminutos y de unas manos y brazos bellamente formados, y que ni los rayos del sol ni los trabajos alcanzan a ofender”.

“Hay en México diversidad de gritos callejeros que empiezan al amanecer y continúan hasta la noche, proferidos por centenares de voces discordantes, imposibles de entender al principio. Al amanecer nos despierta el penetrante y monótono grito del carbonero: ‘¡Carbón señor’! Según la manera como lo pronuncia suena como ‘¡Carbonsiu!’ Más tarde empieza su pregón el mantequillero: ‘¡Mantequilla! ¡Mantequilla de a real y de a medio!’

“‘¿Hay sebo-o-o?’ Esta es la prolongada y melancólica nota de la mujer que compra las sobras de la cocina, y que se para delante de la puerta.

“Le sigue el vendedor de petates: ‘¿Quién quiere petates de la Puebla, petates de cinco varas?’

“’Caramelos de espelma, bocadillos de coco...!’

“A eso del atardecer se escucha el grito de:

“‘¡Tortillas de cuajada’ o bien, ‘¿Quién quiere nueces?’, a los cuales siguen el nocturno pregón de ‘¡Castaña asada, caliente!’

“Y el canto cariñoso de las vendedoras de patos: ‘¡Patos mi alma, patos calientes!’

“Y a medida que pasa la noche, se van apagando las voces, para volver a empezar de nuevo a la mañana siguiente con igual entusiasmo.”

Fanny Chambers Gooch, de origen estadounidense, reflejó al país en su libro Face to face with the mexicans. A ella le tocó vivir la etapa cumbre de la larga dictadura de Porfirio Díaz. Sus líneas, dedicadas a la historia y a la literatura, no son críticas, más bien son superficiales; su fuerte es el campo costumbrista. Capturó con mucha fidelidad y cariño, amén de sumar un ingenio poco común, las escenas callejeras.

El libro es amable y lleno de observaciones atinadas y perspicaces, que es complementado en algunos pasajes con un buen sentido del humor y otros con una pasión singular. Todo él es rico, pues describe pormenorizadamente desde canciones y cuentos hasta remedios caseros. Sólo un pero le sumaríamos en el ligero manejo de conceptos que nos demuestra los prejuicios de su país con respecto del indio, lo que hace que suenen huecos sus comentarios benevolentes hacia ese sector de la sociedad y en los elogios desmedidos al general Díaz.

El Universal (05 de Julio de 2007)
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