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LEONA VICARIO, UNA ADMIRABLE MEXICANA

El ombligo de Venus
Edith González Fuentes
26 de julio de 2007

La semana pasada hablábamos de la interesante historia de Leona Vicario, una de las heroínas de la Guerra de Independencia de México y con la que muy pocos están familiarizados.

SEGUNDA Y ÚLTIMA PARTE

Ella era criolla y, a pesar de su acomodada posición, actuó desinteresadamente, y participó muy activamente en la liberación de la Patria.

Al escapar de su primer confinamiento, continuó difundiendo —aparentando ser corresponsal de guerra— las nuevas del frente de batalla. Trasladó una imprenta en la huida.

Al ser descubiertas sus actividades a favor de la Independencia, en 1813, fue requerida para dar explicaciones. El silencio fue su respuesta, no delató a ningún dirigente del movimiento y, estoica y callada, fue encerrada en el convento de Belén de las Mochas. Se maneja otra versión que sostiene que fue a dar allí a instancias de un tío suyo de nombre Fernando —realista de corazón— quien estaba muy disgustado debido a que Leona integró a un hijo de aquel al movimiento, y el joven murió junto al general Rayón.

Del convento fue rescatada y llevada a San Juanico, donde se disfrazó de negra para huir sin ser reconocida, montada en un burro cargado con cueros de pulque, con rumbo a Tlapujahua para contraer matrimonio con Andrés Quintana Roo. Ambos salieron con rumbo a Oaxaca; durante el viaje, trasladó un retal de imprenta dentro de su falda, para entregarlo a don José María Morelos y Pavón. El gobierno virreinal la consideró traidora y confiscó todos sus bienes.

Desde siempre fue muy altiva con los españoles, al grado de que cuando caminaba por la calle y uno de ellos le cedía el paso, ella se bajaba de la banqueta diciendo “no quiero deber favor alguno a los gachupines”

En el México independiente, esta recia mujer utilizó su inteligente pluma a favor de la República Federal, y en un enfrentamiento con Lucas Alamán, éste la acusó de que no había luchado por patriotismo sino por amor a su hombre.

Ella, indignada, le contestó públicamente en El Federalista: “...confiese usted señor Alamán que no sólo el amor es el móvil de las acciones de las mujeres: que ellas son capaces de todos los entusiasmos y que los deseos de la gloria y de la libertad no les son unos sentimientos extraños; antes bien suele obrar en ellas más vigor, como que siempre los sacrificios de las mujeres son más desinteresados… fui la única mexicana acomodada que tomó parte activa en la emancipación de la patria”.

Salvó la vida por indulto concedido en 1818, decisión que incluía el destierro a España (medida incumplida) y en 1822 el congreso le restituyó sus bienes con una casa en las calles de Brasil 77 —hoy un museo en homenaje a la heroína— entre otras propiedades.

La historia la escriben los vencedores, pero éstos tienen problemas de género.

En las calles de Chile y Colombia en la ciudad de México leemos una placa alusiva a doña Leona: “A los contemporáneos de la muerte de tan admirable y admirada mujer mexicana la que sin titubeos, oportuna, sacrificó su fortuna para que fuera cierta la libertad de México”.

Un breve parpadeo: El obispo Raúl Vera defiende de frente, con dignidad, a mujeres violadas por miembros del ejército en Saltillo, él ha sido pieza clave para que el hecho no quede en la impunidad. Da gusto que en tiempos de tempestad al interior de la institución católica, haya un fiel ministro de Jesucristo en los valores humanos.

El Universal (26 de Julio de 2007)
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