ENTRE EL DESORDEN, LA CORRUPCIÓN Y LA APATÍA
El ombligo de Venus
Edith González Fuentes
09 de Agosto de 2007
El país navega en un río de desconcierto y parece que los límites de su sendero son desbordados por el flujo de nuestra energía, de nuestras necesidades.
En esta entrega comentaremos algunos hechos de aquí y de allá que parecieran inconexos, sin rumbo, pero en realidad eso es lo que los une, es su cordón umbilical: la carencia de objetivos comunes, de espíritu colectivo de triunfo.
Está, por ejemplo, lo sucedido en los Juegos Panamericanos, en Río de Janeiro, Brasil, con el equipo mexicano de gimnasia femenil; este hecho resume la negativa actitud de la criticada burocracia nacional. Un esfuerzo de equipo, coronado con una medalla de bronce, y además en una disciplina con poco apoyo en nuestro país, simplemente se desperdició. Eso sí, todos aplaudimos y premiamos con admiración su gesta.
Por otro lado (de la medalla), preguntamos a la Federación de Atletismo ¿Cómo fue que despedazaron a los equipos de caminata?
A propósito del nuevo Reglamento de Tránsito Metropolitano del estado de México y Distrito Federal, comencemos por hacer un llamado a los gobernantes: que no sea el único convenio entre ambas administraciones. La mancha urbana creció sin planificación, en la corrupción que aprovecha la pobreza de muchos. Actualmente la división sólo es administrativa, en lo demás, ¿quién puede identificar los límites? Los habitantes solicitamos con urgencia políticas públicas que beneficien a todos.
Todas las críticas al reglamento son en el sentido de que incrementará la corrupción policiaca, reafianzará la mordida; se cuestiona también su poca claridad en algunos aspectos como en el uso del aditamento “manos libres” para la telefonía móvil, y un sinfín de cosas por el estilo.
Estas críticas pueden interpretarse como que damos por un hecho la violación al reglamento. Si lo pensamos, al compararlo con el anterior, casi todas las normas siguen vigentes: el uso del cinturón de seguridad, los límites máximos de velocidad, las restricciones para estacionarnos, el uso de la telefonía móvil, dónde y cómo dar las vueltas, que los niños deben ir en el asiento trasero de los automóviles, etcétera, etcétera.
Si hubiéramos cumplido las primeras a cabalidad, no habría la menor dificultad para seguir las nuevas, pues ya sería parte de nuestra cotidianeidad. Pero la realidad es que esto no es así, y la persistente violación de los reglamentos, la corrupción, el pésimo y escaso servicio público de transporte colectivo, la encarnizada pelea por los espacios para estacionarse en la calle, son el tono dominante de nuestro continuo peregrinar al mando de un volante o en el interior del transporte colectivo.
A nadie escuché decir: ¿Cuál es el problema? Me pongo el cinturón, no hablo por teléfono, conduzco a 70, respeto al peatón, cuando tome no manejaré, y se acabó. Me parece, por otra parte, que la gente hubiera agradecido a los gobiernos involucrados la realización de una campaña —digamos, con un mes de anticipación—, sobre las nuevas disposiciones del reglamento. También debieron haber pensado más en el monto de las multas, considerando que estamos en un país altamente sensible a la corrupción.
El PLIS propone que los puntos de la licencia perdidos por violaciones al reglamento y algunos ilógicos traslados al corralón, tuvieran la posibilidad de pagarse con trabajo para la comunidad. Tenemos que pensar en un sistema en el que el policía, en lugar de la multa, extienda un citatorio a fin de que un juez sea el que aplique las sanciones. Sería muy interesante escuchar a los choferes y a los líderes de las llamadas peseras su disposición para mejorar el servicio que ofrecen. Son autárquicos, no cumplen con los reglamentos, echan carreritas, permiten el ascenso y descenso de pasajes hasta en triple fila, se pasan los altos, no dan mantenimientos adecuado a sus unidades, hacen base donde se les ocurre, ponen en peligro la integridad física de los pasajeros, y ¡todavía quieren ampararse!, mejor cumplan y no tendrán problemas.
Otro tema preocupante es que todos los informes de organismos internacionales sobre el respeto a los derechos humanos en México no indican progreso alguno, es más, en algunas consideraciones como en el caso de la tortura, tenemos serios retrocesos. La construcción de la democracia no se determina sólo con votar y ser votado; implica por ejemplo estrechar las diferencias de ingresos económicos, no sólo la igualdad ante la ley, sino también la equidad; es muy importante el respeto a la persona, a sus derechos, sin ellos los gobiernos pierden legitimidad.
Muy caras, por cierto, para el contribuyente, son las fiscalías especiales para impartir justicia ante problemas coyunturales. La del caso Colosio, ni hablar, se fue sin resultados. La de la guerra sucia de los 70, incluidas las matanzas del 68 y del 71, se fue sin resultados. La misma triste suerte corre la recién cancelada fiscalía para investigar los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez. El silencio y la impunidad son un agravio para estas mujeres en lo particular y para toda la sociedad en lo general.
La Guelaguetza nació para comunicar a las comunidades indígenas de Oaxaca, para el intercambio cultural y comercial y no se la debe apropiar nadie. Ni el gobierno en turno, ni las organizaciones políticas, sólo pertenece a las comunidades indígenas y al pueblo de Oaxaca. Despojar a la Guelaguetza de su esencia es un grave error, un agravio más al indígena ¿Cuándo aprenderemos?
Propuesta para muchos gobernantes que disponen del presupuesto para hacerse costosas campañas de imagen en los medios masivos de comunicación: en lugar de aparecer muy sonrientes con tijeras en mano para inaugurar obras, sería preferible que encabezaran, por ejemplo, la difusión a la sociedad de los peligros que trae consigo el consumo de grasas trans (aceites vegetales calentados a temperaturas extremadamente altas), como son varios tipos de cáncer y afecciones cardiacas, sobre todo en un país donde el consumo de comida chatarra industrializada va en aumento. Dinamarca fue pionera en regular su uso. En México, al interior de la Comisión de Salud del Senado está atorada la primera legislación al respecto, que actualmente sólo se circunscribe a informar al consumidor sobre la cantidad que tiene el producto de grasas trans.
Por el momento, parte de la jerarquía de la iglesia Católica retiró su demanda de que se imparta educación religiosa en las escuelas públicas. De acuerdo con el entender de varios expertos, no se viola ningún derecho humano, tampoco alguna garantía individual o se ataca la moral de nadie, por no impartir educación religiosa en el sistema educativo público. Salvo algunos tristes casos, en el país se respeta la libertad de cultos. Además, cada iglesia tiene el derecho, y lo ejerce, de educar a sus seguidores en los principios de su religión dentro de los muros de sus templos.
Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios ¿Cuál es el objeto de introducir un gusano en la manzana?, ¿es sólo búsqueda de poder?, ¿presiones para obtener otras ventajas? ¿por qué no mejor se atienden con justicia los casos de pederastia?
Tener un Estado laico costó muchas vidas. Los hechos históricos nos dan luz de que los mexicanos pretendemos hacer realidad el Estado de derecho.
Un leve parpadeo: en un año, casi la mitad de las viviendas que se construyen en México lo hacen de manera ilegal, sin importar el estrato social. Cuando las desgracias nos alcanzan los políticos se paran el cuello con la ayuda que dan a los damnificados y los culpables se cubren con la cobija de la impunidad ¿Hasta cuándo?
El Universal (09 de Agosto de 2007)
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