LAS FECHAS HISTÓRICAS QUE NUNCA RECORDAMOS
El ombligo de Venus
Edith González Fuentes
27 de Septiembre de 2007
En septiembre de 1825, el ejército mexicano recupera el fuerte de San Juan de Ulúa en Veracruz de manos de los españoles, quienes por la fuerza trataron de recuperar el virreinato de la Nueva España.
Mientras en Inglaterra se ponía a rodar el primer ferrocarril del mundo transportando ocho toneladas de peso a 25 kilómetros por hora.
Así pues, la consolidación de la independencia, hecho histórico no muy conocido, casi ignorado en la educación básica del país, se da al mismo tiempo que el despegue de la llamada revolución industrial.
Una buena pregunta para los historiadores, para los filósofos, ¿por qué en México celebramos los inicios o la parte de un proceso e ignoramos las consumaciones?
Conocemos el 20 de noviembre como el inicio de la gesta revolucionaria de 1910 ¿Y cuándo fue el desenlace de ese trascendente acontecimiento? El 13 de septiembre evocamos a los Niños Héroes ¿No sería importante saber cuándo se retiró el ejército estadounidense?
Día de asueto cuando se conmemora una derrota al ejército francés y no recordamos los fusilamientos del Cerro de las Campanas, fin del intento de sujetarnos a un imperio.
El jolgorio se apodera de nuestro espíritu el 15 y 16 de septiembre de cada año para revivir el inicio de nuestra búsqueda por tener patria, ¿hemos registrado en nuestro archivo personal el día y año en que la vocación independentista se hizo realidad? ¿por qué no hacemos un solemne brindis el 27 de septiembre de cada año? ¿por qué ninguna calle del centro histórico de la capital del país lleva el nombre de 1821 o del 27 de septiembre?
Un dato curioso, una distracción de los revolucionarios que tomaron el poder a la caída de Porfirio Díaz —ya que en la política los signos cuentan— la celebración de El Grito empezó a hacerse el 15 de septiembre por que ese día era el cumpleaños de don Porfirio y jamás la regresaron al 16.
Los Tratados de Córdoba se firman el 24 de agosto, dando la independencia total a la Nueva España, firmados por el último virrey don Juan O’Donojú. El 27 de septiembre de 1821, el Ejército Trigarante dio por hecho la independencia de México al entrar a la ciudad de México con Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero a la cabeza. Al día siguiente firmaron el acta de independencia del Imperio Mexicano
Meses antes, el 24 de febrero, se promulgó el Plan de Iguala que adoptó como bandera la conocida como de las Tres Garantías, cuya confección se encargó al sastre José Magdaleno Ocampo. Este lábaro constó de tres franjas diagonales en el siguiente orden: el blanco de la pureza de la religión católica; el verde que representa al movimiento insurgente… a la independencia; y el rojo, al grupo español que se unió al movimiento. Cada franja tiene una estrella y el águila no hacía acto de presencia. Este significado no variaría sino hasta la secularización de la época juarista.
Los colores coinciden con los principios fundamentales del Plan de Iguala:
— Lograr la independencia de la Nueva España, de España
— Establecer la religión católica como única
— Establecer la unión de los ejércitos que luchaban en la guerra de independencia: los realistas (españoles) y los insurgentes (mexicanos) comandados por Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, quien por cierto se unió al movimiento a petición de Morelos.
El plan —de 23 artículos— no lograba cortar el cordón umbilical del todo, pues el gobierno que adoptaría el nuevo país sería el de una monarquía moderada, cuya corona se otorgaría a Fernando VII, o en su defecto, algún otro príncipe europeo. Los servidores públicos y los miembros del Ejército Trigarante no serían removidos, a menos que mostraran oposición. Da la impresión de que querían cambiar las cosas para que todo siguiera igual.
Como renglón de avanzada, el plan suprimía las distinciones étnicas y declaraba la igualdad de todos los individuos, todos con los mismos derechos.
Se contempló que para gobernar al nuevo país durante el lapso de tiempo que pasara para llegar el príncipe a ocupar la corona, se crearía una Junta Gubernativa y, posteriormente, una Regencia, que se encargaría de gobernar en lo que se elegía al nuevo emperador. Además, se convocaría a cortes para promulgar una Constitución.
Otro dato que por lo general pasa desapercibido, es que el gentilicio “mexicano” no es parte del lenguaje, el usado es “americano”, el cual, por cierto, se apropiaron los estadunidenses. En política los signos cuentan. Leamos un fragmento del plan:
“Americanos: He aquí el establecimiento y la creación de un nuevo imperio. He aquí lo que ha jurado el ejército de las Tres Garantías, cuya voz lleva el que tiene el honor de dirigírosla. He aquí el objeto que para cooperación os invita. No os pide otra cosa que lo que vosotros mismos debeis pedir y apetecer: unión, fraternidad, orden, quietud interior, vigilancia, horror a cualquier movimiento turbulento…
… En el transporte de vuestro júbilo decid: ¡Viva la religión santa que profesamos! ¡Viva la América Septentrional, independiente de todas las naciones del globo! ¡Viva la unión que hizo nuestra felicidad¡ Iguala, veinticuatro de febrero de mil ochocientos veintiuno.— Agustín de Iturbide”.
Debemos atrevernos a gritar vivas también, la noche del 15, a Guadalupe Victoria, Vicente Guerrero, Agustín de Iturbide, entre otros protagonistas de la consumación de Independencia, coloquemos este episodio en las aulas, en nuestra historia, en nuestra conciencia nacional.
Un breve parpadeo: me sorprende la sobreatención que los medios y analistas políticos han dedicado a la cada día más patética y prepotente ex pareja presidencial, donde la mayoría de ellos deja como la gran villana y manipuladora a Marta, olvidando que para haber sacado al PRI del control del ejecutivo federal, Vicente mostró inteligencia.
El Universal (27 de Septiembre de 2007)
|