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 Nota facilitada por: Rocío




 

UNA GRAN DEUDA CON LAS MUJERES
DE LA REVOLUCIÓN

El ombligo de Venus
Edith González Fuentes
22 de Noviembre de 2007

“Las mujeres que hablan de feminismo no son buenas, y quieren llamarse en vez de malas, adelantadas y liberales, que es nombre que suena mejor”.
(El Colmillo Público, 12 de julio de 1903).

Además de las adelitas, otras mujeres en la historia lucharon y participaron en el proceso armado de la Revolución Mexicana. Conocidas con el nombre de las coronelas, rompieron esquemas ocupando puestos de mando en la tropa, con el grado del que tomaron su nombre.

Se integraron a la lucha de forma comprometida y por convicción. Podemos mencionar entre ellas a Carmen Alanís, quien al mando de 300 hombres participó en la toma de Ciudad Juárez. Ella se levantó en armas en Casas Grandes, Chihuahua.

Están también Juana Gutiérrez de Mendoza y La China, quien comandaba un batallón integrado por hermanas, hijas y viudas de los revolucionarios muertos en combate.

A Dolores Jiménez y Muro se le confió la redacción del proyec-to político y social en el que se desconoció a Porfirio Díaz, además, colaboró con escritos teórico-liberales.

Pero, como afirma la historiadora Martha Rocha, el ejército triunfante del movimiento revolucionario no reconoció los méritos acreditados de aproximadamente 500 mujeres, vaya deuda para con ellas.

Varias de las aguerridas y arrojadas acciones de estas mujeres fueron narradas por viajeros y novelistas de la época, así como quedaron perdidos para la historia el rapto y la violación, actos de agresión que las mujeres padecieron en ese periodo de anarquía, de abuso, y en nombre de las distintas facciones.

Sigamos con el Primer congreso feminista de Yucatán. Quizá la figura más destacada fue Hermila Galindo, secretaria particular de Venustiano Carranza. Esta preparada y sagaz mujer supo aprovechar su cercanía con el jefe constitucionalista para sugerir leyes que ampararan a las mujeres. De esta dialéctica, entre otros factores, surgió la Ley de Relaciones Familiares, en 1917, en la cual se dio a la mujer la patria potestad sobre los hijos e incluye una serie de medidas que igualaban a ambos sexos.

Galindo impulsó, entre 1915 y 1919, la revista La mujer moderna. Semanario ilustrado. La inserción de la mujer en la vida política y el acceso al sufragio fueron de los principales temas tratados, así como la reclamación de sus derechos (educación laica y sexual) los que se plantearon como actos para el derecho positivo y no meramente asuntos éticos.

Imagine el rechazo social que sufrió al sostener públicamente que las mujeres tienen los mismos deseos sexuales que los hombres o que no necesitan de ellos para subsistir.

Parte de su fructífera vida la dedicó al periodismo y a la docencia. Conocía el pensamiento de Comte, Spencer, Bebel, Víctor Hugo, Kant, Stuart Mill y la Biblia. Carranza le confió la divulgación de los principios de su gobierno en Cuba y Colombia.

Presentó de viva voz al Congreso constituyente de 1916-1917 una iniciativa para que la nueva constitución incluyera los derechos políticos de las mujeres. Aquí tuvo dos de sus grandes reveses, pues no le fue concedido el voto a la mujer y, al contender para ser diputada por un distrito electoral de la ciudad de México, se dice que le fue arrebatado el triunfo porque aún no era legal para una mujer ejercer esa función. Aunque, me parece, obtuvo un punto a su favor: llamar la atención sobre el hecho de que las mujeres contaban con la capacidad para ocupar cargos públicos. Además, influyó para que la nueva carta magna reconociera derechos individuales y laborales tanto para mujeres como para hombres.

La mujer en el porvenir, fue el título de su discurso en aquel Primer congreso feminista de Yucatán. Expuso los problemas de género en relación a temas como la sexualidad, prostitución, trabajo, matrimonio y otros trascendentales temas económicos, sociales y morales. Ante la imposibilidad de la asistencia de la feminista al congreso, correspondía la lectura del texto al director del Departamento de Educación Pública del estado de Yucatán, honor que declinó; finalmente quedó a cargo de un subordinado que lo leyó “fuera de programa”

Ella figuraba en el ala radical del congreso en oposición a las conservadoras, educadas en las tradiciones católicas, que seguramente se molestaron y “sintieron ofendido su pudor” con las posiciones ideológicas de Hermila, a tal grado que pidieron que la ponencia fuera quemada, pues, por ejemplo hablaba sobre la tendencia de la mujer a caer en la charlatanería, para evitar lo cual insistía en la necesidad de que ellas tuvieran amplios conocimientos acerca del mundo y de su sexualidad. El apoyo de una minoría encabezada por Rosa Torres impidió el linchamiento.

¿Qué giro hubiera tomado el congreso de asistir personalmente Hermila Galindo, primera diputada mexicana durante la administración de Ruiz Cortines?

Concluyo con esta reflexión de la misma Hermila: “Es de estricta justicia que la mujer tenga el voto en las elecciones de las autoridades, porque si ella tiene obligaciones con el grupo social, razonable es que no carezca de derechos. Las leyes se aplican por igual a hombres y mujeres: la mujer paga contribuciones, la mujer, especialmente la independiente, ayuda a los gastos de la comunidad, obedece las disposiciones gubernativas y, por si acaso delinque, sufre las mismas penas que el hombre culpado. Así pues, para las obligaciones, la ley la considera igual que al hombre, solamente al tratarse de prerrogativas, la desconoce y no le concede ninguna de las que goza el varón”.

Un breve parpadeo: larga fila para pasar por migración hacíamos muchos ciudadanos en el aeropuerto de la ciudad de México, después de un largo viaje desde Europa. Súbitamente el señor Lino Korrodi ignoró el orden e intentó realizar los trámites sin respetar los turnos, por fortuna, los servidores públicos lo mandaron al final de la “cola”. Si en algo tan sencillo se intentan violar los derechos de terceros, ¿qué podemos esperar de situaciones más complicadas?

El Universal (22 de Noviembre de 2007)
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