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VIENTOS DE IMPUNIDAD

El ombligo de Venus
Edith González Fuentes
06 de Diciembre de 2007

El colofón de mis entregas sobre la participación que tuvo la mujer en la Revolución Mexicana servirá como punto de partida.

Esto, para las reflexiones que merece la resolución de la SCJN en el caso Lydia Cacho. El 23 de noviembre de 1916 se organizó un Segundo Congreso Feminista de Yucatán, al que acudieron tan sólo 200 asistentes, es decir apenas 28.5% del número reunido en la cita anterior.

Al margen de su espíritu de cambio, por ejemplo, con la creación de la Compañía de Fomento de Sur, con un capital de 100 millones de pesos para realizar obras públicas en Yucatán, Campeche, Tabasco, Chiapas y Quintana Roo, o la instauración de tribunales revolucionarios que impartieran justicia a todos los habitantes, Salvador Alvarado, al facilitar la organización de los dos congresos feministas, pudo haber buscado su promoción política. Basta saber que en el primer congreso —consta en actas— funcionarios de su gobierno fueron sorprendidos intentando, sin éxito, manipular el curso de los trabajos. Práctica política, por cierto, que los mexicanos no hemos podido erradicar hasta ahora; pero, a juzgar por las múltiples obras del gobierno de Alvarado, también podemos creer que lo motivó una parte de sinceridad.

Las feministas en tiempo de don Porfirio no planteaban cuestiones de tipo político; Hermila Galindo sí; ahí encontramos la diferencia; ella era constitucionalista y no simpatizaba con Villa y Zapata.

Fue parte medular del segundo congreso del que, desafortunadamente, no hay memorias.

Sólo podemos intuir el desarrollo de los trabajos por el nombre de la ponencia de Hermila: Estudios de la señorita Hermila Galindo con motivo de los temas que han de absolverse en el Segundo Congreso Feminista de Yucatán, es decir, el sufragio para las mujeres y la igualdad de derechos (sobre todo sexuales).

Estos temas la enfrentaron (en ausencia), de tal forma con la sección conservadora durante la primera edición, que se difirió su discusión para el segundo congreso.

Falta mucho por hurgar, por desempolvar, por conocer y divulgar. La interminable lucha de las mujeres por mejorar y cambiar sus condiciones de vida —y su participación social— no comenzó después de la Primera Guerra Mundial o a partir de los años 60. ¡No! se inició mucho antes, y aquí hemos compartido un botón de muestra.

En la 3ª Sección de Chapultepec, cerca del Colegio de Arquitectos y del Lienzo Charro de Constituyentes, se encuentra un área dedicada a Cri-Cri. Abundan los juegos para que los niños desarrollen habilidades físicas y se diviertan de lo lindo —entre otras instalaciones—. El otoño hace sentir su presencia con el amarillo de sus pastos que se abren paso entre las empinadas escalinatas, y nos hace el milagro de inundarnos de tranquilidad.

En la parte central del parque, el frío concreto es la base de un ágora semicircular que me pareció, en un inicio, totalmente inútil.

No muy lejos, una familia numerosa (pasaba del medio centenar), celebraba el cumpleaños de uno de sus miembros con toda pompa. En un momento dado, se desplazaron a las gradas del foro las abuelitas, las mamás, papás, tíos y el simpático y apuesto ejército infantil; todos muy animados, tomaron asiento.

Una voz dio la primera llamada, porras sinceras dieron cuenta de la proximidad de un gran espectáculo. A la segunda llamada, seis o siete familiares con vestuario y toda la cosa subieron con un entusiasmo digno de envidia, al escenario, y con la tercera llamada, comenzó la interpretación de la fábula El medio pollito.

Los espectadores vivieron junto con los actores la obra. Rieron, gritaron, aplaudieron, en una palabra gozaron sin grandes complicaciones y de corazón, su fiesta, su domingo, su convivencia; la felicidad se dibujaba en cada rostro.

Deseable hubiera sido que cualquiera de los seis ministros, incluyendo a las dos mujeres que votaron por el dictamen desfavorable en primer lugar para Lydia Cacho, para las mujeres de México, para los menores utilizados y explotados a través de la prostitución infantil o para las víctimas de la pederastia, se dieran una vuelta por la historia para entender los porqués de las legítimas luchas de las mujeres, o por ese parque, para comprender y ver a un niño sonreír, gozar a su familia, vivir su inocencia.

Ahora, cualquier funcionario público sabe que privar de la libertad a un ciudadano sin cubrir los requisitos de ley, es un delito no grave, una falta menor que no tiene importancia.

También aprendió que está en la posibilidad de dar instrucciones vía telefónica, aún violando el marco legal, pues después de todo no existen pruebas válidas en su contra, y con pagar una campaña —con dinero del erario— entregando triciclos a los niños, se lava la imagen sin problemas.

Los vientos de la impunidad soplan fuerte para proseguir con la erosión que poco a poco destruye los principios éticos que inspiraron al constituyente de Querétaro para construir una gran nación con justicia y equidad. Con un fuerte soplo la decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación puso su grano de arena en este penoso proceso. ¿Y la reforma del Estado?

Un breve parpadeo: Bienvenida la reconciliación entre el gobierno de la ciudad de México y la jerarquía católica.

Importante en este momento hubiera resultado que el primer domingo de Adviento, tiempo litúrgico que va del cuarto domingo antes de la Nochebuena hasta esta festividad con el fin de preparar la venida del niño Jesús, incluir en la homilía de la misa en Catedral un rechazo contundente, incluyendo la pena de excomunión, para los promotores de los actos de pederastia y de prostitución infantil.

El Universal (06 de Diciembre de 2007)
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