CUESTIONABLE EN MÉXICO
EL DERECHO A LA EDUCACIÓN
El ombligo de Venus
Edith González Fuentes
31 de Enero de 2008
Cerca, muy cerca, nos encontramos de celebrar la promulgación de la Constitución que rige la convivencia social de los mexicanos.
Ni duda cabe que su proyecto inicial fue un cúmulo de buenas intenciones, pero los mexicanos nos encargamos de echarlas por la borda y de convertir muchas leyes en letra muerta.
No necesitamos ir lejos o realizar exámenes profundos para fundamentar y sostener dichas afirmaciones. Simplemente echemos un vistazo a nuestro alrededor para confirmar, con desaliento, que aquel pésimo chiste acerca de que la Constitución se parece a una “mala” mujer porque todos la violan, no deja de tener mucho de verdad ¡Y todavía nos reímos de ello!
Por ejemplo, el artículo tercero de la Constitución establece que “Todo individuo tiene derecho a recibir educación. El Estado —federación, estados, Distrito Federal y municipios—, impartirá educación preescolar, primaria y secundaria”; “La educación preescolar, primaria y la secundaria conforman la educación básica obligatoria”; “Toda la educación que el Estado imparta será gratuita”; “El Congreso de la Unión, con el fin de unificar y coordinar la educación en toda la República, expedirá las leyes necesarias, destinadas a distribuir la función social educativa entre la Federación, los Estados y los Municipios, a fijar las aportaciones económicas correspondientes a ese servicio público y a señalar las sanciones aplicables a los funcionarios que no cumplan o no hagan cumplir las disposiciones relativas, lo mismo que a todos aquellos que las infrinjan.”
Ya instituciones internacionales como la Organización de la Naciones Unidas para la Ciencia, la Educación y la Cultura (UNESCO) o financieras, o sociales no gubernamentales de México han reconocido las deficiencias de la educación en el país.
En suma, ese importante artículo constitucional se cumple sólo parcialmente y no sabemos de un presidente, gobernador o presidente municipal que haya sido sancionado por esta falta. Mientras, la mayoría de los habitantes del país no están preparados para integrarse a la vida productiva, muchos son analfabetas funcionales y la minoría que tiene un excelente nivel académico prefiere emigrar en busca de mejor suerte.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) está facultada a intervenir y emitir recomendaciones en casos graves de violaciones a los derechos humanos. Éste lo es, se viola el derecho a la educación de millones de mexicanos, que incluye el derecho a que sea íntegra y de calidad.
No se está atendiendo a la niñez, no se le otorga las herramientas para defenderse en la vida, para procurarse una subsistencia digna, para desarrollar su capacidad.
Y, más adelante, a muchos de los que hoy en día pelean espacios de poder, se les verá asignándoles presupuestos asistenciales o repartiéndoles placas para taxis, criticándolos de que no recurren a espacios institucionales para exponer sus inquietudes o de que responden a intereses políticos oscuros e inconfesables cuando reclaman “algo”.
Así, construimos casos como el que me tocó vivir por estos días. Llegué con entusiasmo a la Feria de Chapultepec en una mañana tranquila y soleada que invitaba al esparcimiento. Un joven, con chaleco fluorescente y una enorme credencial colgada en el pecho me indicó un lugar para estacionarme. Cuando mis acompañantes y yo bajamos, el joven intentó cobrarme 30 pesos por dejar mi automóvil en la vía pública.
En otra ocasión, muy cerca de ahí, en el teatro Julio Castillo, donde también me cobraron por cuidar mi vehículo, resultó que apenas salí escuché una alarma que reconocí. Efectivamente, era mi coche, había sido chocado ¿el cuidador? adivinó; no estaba presente. Desde entonces me niego a pagar por adelantado por un servicio que no solicité.
El joven me dijo que entonces lo moviera, que la grúa se lo iba a llevar, que no respondía “chipote con sangre”, que mejor lo metiera al estacionamiento. Total me impuse y le dije que cuando me fuera le retriburía su servicio. Volvió usted a adivinar, cuando me retiré, a las 16:00 horas, el cuidador ya no estaba, se fue con el dinero de los incautos que le pagaron, y estoy segura, después de haber colaborado para el refresco de los patrulleros del sector.
¿Hasta cuándo? ¿por qué las autoridades del Distrito Federal permiten la “privatización” de los espacios públicos? ¿cómo es posible que los servidores públicos —a los que confiamos el bien común— toleren que se cobre una cuota fija, parecida a la de los estacionamientos, sin ninguna capacidad de responsiva?, ¿quién repara el daño en caso de un accidente o un robo?
Es indignante observar tanta energía humana desperdiciada en “chambitas”, que si bien es cierto, dan la oportunidad de comer a muchas familias, en realidad no aportan nada a la gran colectividad llamada México y en un futuro —ya no tan lejano— van a acarrear tremendos líos de seguridad social a esos mexicanos.
Otro planteamiento, otra reflexión. Con la reforma del Estado debería darse la noticia de que se implementa un proceso para los servidores públicos que no cumplan con sus obligaciones, pues actualmente se dice que existe, pero ante la generalización de la corrupción, da la impresión de que es inoperante.
Un breve parpadeo: cuando se quiere trabajar, los resultados son óptimos y no es necesario gritar ¡Sí se pudo! Ahí está el lugar 59 de la UNAM en la escala mundial de la web. La Universidad Nacional Autónoma de México se mantiene como la mejor de Iberoamérica en el ramo de la divulgación, nuevo reconocimiento para esta institución de todos los mexicanos.
El Universal (31 de Enero de 2008)
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