LA MERCED, UNA OBRA DEL MÉXICO MODERNO
El ombligo de Venus
Edith González Fuentes
06 de Marzo de 2008
La residencia del convento de La Merced fue demolida para convertirse en mercado de La Merced, de la contemplación espiritual al intercambio comercial, del cielo a la tierra.
De Tlatelolco a La Merced se habían agregado productos del llamado “Viejo Continente”: cítricos, productos del puerco (incluyendo embutidos), lácteos, trigo, el aceite de oliva, alcaparras, aceitunas, especies y yerbas de olor como el comino, pimienta, orégano, tomillo, cilantro.
También se agregaron productos textiles, utensilios de cocina, mobiliario y demás objetos que con gran generosidad provienen de la fusión cultural que se concentró en Mesoamérica a raíz del casual hallazgo del continente americano por parte de los europeos, y la posterior conquista violenta de territorios y población.
Se comenta que somos la síntesis de ese mestizaje proveniente de Europa y la población nativa, pero se olvidan los elementos africanos, inyectados por esclavos y los asiáticos, debidos al comercio con Filipinas y China en tiempos de la dominación española. De todo ello nació y se desarrolló la nación mexicana.
Me parece que se pierde de vista, también, que el proceso de globalización dio inicio más bien en 1492 y no a fines del siglo pasado. Este proceso, dicho sea de paso, ha sido doloroso; muy humano, también con resultados esplendorosos.
Así nació el mercado La Merced, en medio de los escombros del convento, con vendedores de legumbres y carnes de las plazas de Jesús y El Volador, que lo hicieron con cierto disgusto pues La Merced se encontraba lejos de la ciudad —por cierto, al aire libre, pues no fue posible iniciar el proyecto de edificación—, siendo mudo testigo de la intervención francesa, se pospuso el plan original de sustituir completamente el mercado de El Volador. Podemos suponer que fue un momento complejo, inmerso en la especulación, con escasez de víveres.
Hasta 1879 se presentó un nuevo proyecto para construir el edificio sede del mercado de La Merced. Veamos la narración que nos regalan María Rebeca Yoma y Luis Alberto Martos, de la Escuela de Antropología e Historia:
“… construyendo un mercado funcional, con el tamaño suficiente para dar cabida a todos los comerciantes, incluyendo los puestos al viento; también se conservó la comunicación entre las calles y se trazó una que recorría longitudinalmente los dos edificios, lo que permitió una mejor ventilación y comunicación; finalmente, se integró el embarcadero al mercado, de tal forma que se facilitó la carga y descarga de productos, y por ende el adecuado surtimiento.
Durante la noche, el mercado fue un lugar seguro, pues se colocaron enormes rejas de metal para cerrar el local del inmueble, en las fachadas que flanqueaban el paso entre los callejones del Consuelo y Santa Ifigenia…”
La obra fue entregada el 31 de diciembre de 1880 por el General Carlos Pacheco Gobernador del Distrito Federal, por el Presidente del Ayuntamiento, doctor Manuel Domínguez, acompañado por los miembros del Ayuntamiento y parte del gabinete.
He querido hacer notar que sólo transcurrió un año entre la autorización del proyecto y su culminación. Desde siempre, en México, llevamos a feliz término cualquier empresa que nos proponemos, nos dimos objetivos, instituciones y marco legal para un desarrollo digno de los mexicanos, estuvimos en el mapa a tal grado que fuimos “El milagro mexicano”, el presente, lo sabemos todos, nos envuelve en una lacerante distribución del ingreso, con una educación pública que en su gran mayoría forma analfabetas funcionales, en una emigración de mexicanos vergonzosa, la corrupción y la impunidad son el elixir de todos los días, estamos más en el camino de la marginalidad que del desarrollo. Tenemos todo para salir adelante, la partidocracia parece decidida a no sacar la reforma del Estado, parches por aquí, parches por acá, un proyecto integral y definido no se vislumbra, todos podemos arrepentirnos de ello.
Como observamos, el mercado de La Merced fue una pieza importante en la construcción de un México moderno, de un México con paz, ya sin guerras intestinas.
En la etapa porfirista el edificio de La Merced se amplió con el objetivo de albergar a la actividad comercial de El Volador, además de que se crearon nuevos mercados (por ejemplo San Juan), la ciudad crecía al igual que sus necesidades.
La importancia de La Merced se incrementó al igual que sus problemas: inundaciones, saturación de comerciantes, calor y ventilación. Como resultado en 1890 se construyó un nuevo y funcional mercado de La Merced. En el interior del mercado y en sus alrededores comenzaron a proliferar los vendedores que hoy conocemos con el nombre de ambulantes.
El problema fue tan importante que en 1901 se dio a conocer una orden para prohibir el comercio en vía pública, plazas, parques o jardines.
La realidad se impuso como lo hizo la ampliación del mercado de La Merced, por fortuna no prosperó —durante la dictadura de Porfirio Díaz— la idea de hacerlo a costa de lo que quedaba del convento, imponente construcción barroca que a la fecha sigue en pie. También le debemos su existencia al Doctor Atl, que luchó por preservar el convento que data de 1734.
Hoy en día, gracias a la acción conjunta de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y del Instituto Nacional de Antropología e Historia, en ese recinto, cuya entrada la encontrará por la calle de Uruguay 170, gozará de actividades culturales ideadas para niños y adultos
Por cierto que una parte de la Acequia Real fue reconstruida y la podemos admirar por la calle Corregidora, a un costado de la Suprema Corte de Justicia.
Con el comercio en la zona apareció el barrio, de gente trabajadora, comerciante. El crecimiento de La Merced como zona de comercio fue descomunal, las viviendas dieron paso a las accesorias y locales y, ya después del movimiento armado de 1910, a las bodegas.
La Merced sigue siendo, pese al tiempo y a intentos como el macro proyecto de la Central de Abasto, un enorme y tradicional foco comercial. En otro momento será de suma importancia hacer un breve repaso del mágico vecino del mercado de La Merced: me refiero al mercado Sonora.
Concluyo la entrega con el comentario de que en la década de los 50 la construcción del mercado fue demolida —su lugar lo ocupa la Plaza Alonso García Bravo, quien realizó la traza de la ciudad de México— y sus alrededores es lo que conocemos hoy en día.
Un breve parpadeo: una nueva tragedia ronda en el continente americano; los tambores de la guerra parecen sonar, la tierra se prepara para recibir la sangre de nuestros hermanos de Colombia, Ecuador y Venezuela, los traficantes de armas frotan sus palmas. Deseo que todo quede en una pesadilla y despertemos con el brillo de la paz, de no ser así, luchemos para que la tragedia no suceda.
El Universal (06 de Marzo de 2008)
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