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EL DERECHO DE LOS DISCAPACITADOS

El ombligo de Venus
Edith González Fuentes
27 de Marzo de 2008

Los niños son matitas tiernas de maíz: hay que cuidarlas, limpiarlas, arrimarles tierra, regarlas para que prosperen con fruto.

Así dicen los huicholes de sus niños ¿y nosotros?

Cada día que pasa confirmo que platicar escuchando es un valor humano de enormes cualidades.

Conversé con José Antonio, un hombre con discapacidad visual de 95% en el ojo izquierdo y 100% en el derecho. Explica que es ciego adquirido, o sea que su mal es producto de una enfermedad.

El nombre del mal: glaucoma. Para definir este padecimiento podemos decir que es un grupo de enfermedades caracterizado por una presión anormalmente alta del líquido dentro del ojo; nervios ópticos dañados, endurecimiento del globo ocular y pérdida completa o parcial de la visión. Es hereditaria y poco conocemos de su origen. No detectada a tiempo, la afección causa la pérdida total de la visión.

José Antonio comenta que está en contra del concepto de “capacidades diferentes”. “Qué pena que se intente suavizar conceptos para describir una realidad que en poco cambia”, dice. “Además, el término reconocido por la Organización Mundial de la Salud es el de discapacidad.”

Me impactó su posición ante la vida. Escuchar a una persona que apreció lo que le rodea por medio de la vista y ahora es ciega, y que diga que se puede vivir bien con una discapacidad.

Con disgusto y sorpresa escuché sus narraciones. Ya sea por desconocimiento, ignorancia, negligencia o simplemente por falta de sensibilidad muchos mexicanos afectan con sus acciones u omisiones a los discapacitados.

Una tarde en que llovía a cántaros, con mucho esfuerzo José Antonio y su perro lazarillo llegaron a ese submundo llamado La Raza. Llegó a la estación del Metrobús. El policía le negó la entrada por la puerta especial para discapacitados. Fueron varios los argumentos para justificar la negativa: que no podían entrar perros, que él sí veía, que el can era prestado.

José Antonio le explicó que el perro era su guía, que era su derecho pasar por esa puerta. Las razones no fueron suficientes, tampoco la intervención de un usuario que entendió la situación. Desesperado y retador, José Antonio se metió por la fuerza, peleando literalmente por su derecho. Si el policía hubiese tenido una adecuada capacitación, lo anterior no hubiera sucedido.

“En otra oportunidad solicité un taxi. Subimos mi esposa y yo, y al momento en que lo hizo mi guía, comenzaron los problemas”. José Antonio dio la misma explicación sin resultados. Optó por decirle al chofer que no se bajaría de la unidad y que llamara a una patrulla.

El taxista escondió el tarjetón, sacó las llaves y abandonó la unidad.

Al cabo de 10 minutos regresó y les pregunto a dónde se dirigían. José Antonio le hizo ver el tiempo que había perdido en su trabajo. Para sorpresa del matrimonio, el chofer les comentó que no les iba a cobrar.

En cuanto a los “micros” o “peseras”, contaba José Antonio que tiene excelentes experiencias, pues algunos choferes se han bajado para ayudarlo a subir o descender de sus unidades, aunque la mayoría no le tiene el trato debido y muchos de sus problemas son por su perro guía. También le ha sucedido que, al bajar con su bastón, el patán al volante arrancara. Por fortuna el suceso no ha terminado en tragedia.

Vive muy agradecido con las personas que lo auxilian —que son las menos—. La gran mayoría prefiere permanecer callada o no ayudarlo cuando lo necesita. Los programas con los que cuentan los gobiernos necesitan difusión, sensibilizar a la población de su correcta observación y aplicación, por ejemplo cuando uno ve el icono que aparentemente es un silla de ruedas, en realidad es de accesibilidad para que las personas que tiene una discapacidad temporal o permanente usen las pretendidas facilidades a las que tienen derecho.

José Antonio prefiere tener acciones en lugar de vivir sólo quejándose. Pertenece a la Asociación Voluntad para AIDA, con la cual promueven talleres de sensibilización para que su mal se entienda de una forma empática. También presentan un obra de teatro: “Sin usar los ojos”, que tiene la peculiaridad de que los asistentes entran con los ojos tapados. Estos son dos ejemplos de la lucha diaria para que se respeten los derechos de las personas con discapacidad visual.

Espero que en las escuelas primarias se ocupen en educar para enfrentar estos casos. Los gobiernos deben sensibilizar a la población en el trato hacia las personas discapacitadas, en lugar de tirar recursos económicos en propaganda inútil.

Un breve parpadeo: qué pena da lo ocurrido en la Preparatoria 2 de la UNAM, donde un pequeño grupo hizo renunciar a los directivos recién nombrados. También es bochornoso que agredan a la UNAM a causa de los mexicanos involucrados en lo ocurrido entre Colombia y Ecuador. Mejor es preguntarse cómo implementamos progresos en la Universidad la cual, por cierto, es de las mejores del mundo, y preguntarse por qué algunos jóvenes están dispuestos a ofrendar su vida por sus ideales. Acaso el país que construimos empuja a muchos a posiciones desesperadas.

El Universal (27 de Marzo de 2008)
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