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 Nota facilitada por: Mafer




 

UNA HEROÍNA DE LAS LETRAS

El ombligo de Venus
Edith González Fuentes
05 de Junio de 2008

Nos enseñan acerca de Sor Juana e ignoramos a otras mujeres que hicieron literatura antes del siglo XIX ¿Sabemos de la existencia de Esther Tapia de Castellanos, 1837-1897?

Ella vivió la tendencia de la Ilustración, que defiende la educación, pero considera que para las mujeres es suficiente hacer cuentas, leer y escribir, y que sepan hacer un buen papel en la sociedad. Las mujeres de escasos recursos económicos simplemente no existían.

Imagine el lector que esta postura perece tan ridícula pero fue tan seria, que el dramaturgo Fernando Calderón se burla de las mujeres con amplia cultura en su obra de teatro A ninguna de las tres.

Esther es autora de: Flores silvestres, Cánticos a los niños y de la obra póstuma Obras poéticas, publicada por un hijo suyo. Parte de la obra resalta la soberanía nacional y el patriotismo. Leamos y no perdamos de vista la bella armonía:

“Patria, mi dulce amor, por mí bendita/ A quien ardiente y entusiasta adoro;/ ¡Cómo de angustia el corazón palpita/ ¡Cuánto al verte llorar, mi patria, lloro./ Así una mujer decía,/ Y reclinado en su seno/ Un tierno niño la oía,/ Diciéndole de ansia lleno:/ ¿Qué es la patria madre mía?/ Hijo ese nombre adorado,/ Ese manantial de emociones;/ Es lo que hay más venerado, Es un conjunto sagrado/ De recuerdos e ilusiones.”

Esther Tapia, mujer inteligente y comprometida publicó sus primeros versos a los 16 años en el Periódico Oficial de Michoacán.

Su obra refleja ideas liberales. Durante la intervención francesa trabajó de forma voluntaria en hospitales republicanos de la ciudad de Guadalajara y daba recitales poéticos para recaudar fondos para los enfermos.

Perteneció al grupo intelectual de Portillo y Rojas y colaboró en la revista República Literaria (se publicó cuatro años) de las de mayor duración e importancia en el siglo XIX. Esther fue la única mujer en su comité editorial.

En la plenitud de su vida, tenía absolutamente fijos los objetivos de su existir y claro está, también fue rehén de la época. Su obra Flores silvestres alcanzó en el siglo XIX lo que muchos poetas anhelan, dos ediciones. Leamos su emotiva dedicatoria:

“A mi hijo. A tí en quien he reconcentrado todos mis sentimientos, dedico estas páginas, que no son más que su expresión sencilla y natural.

Sólo por tu amor me he decidido a publicarlas, pues se ha despertado en mí el deseo de dejarte un recuerdo algo más duradero que un manuscrito.

Si alguno de mis lectores encuentra censurable que yo publique obras de tan escaso mérito, le suplico que me lo perdone, en gracia del sentimiento que me guía.

Quien haya probado el grande y purísimo amor que inspira un hijo, comprenderá y disculpará mi debilidad.

Tú, hijo mío, conserva este recuerdo como una ofrenda del amor de tu tierna madre.”

En su profundo y hermoso poema El colibrí, Esther contrapone la volubilidad e ingratitud del colibrí como los rasgos morales que conforman el retrato del seductor masculino y a los que se opone la entrega sincera al amor de las flores que simbolizan a las mujeres.

En fin, vale la pena, sinceramente, recrear espíritu y corazón con esta versátil autora, que fue de las primeras mujeres que vio publicado un poemario suyo en este país, no seamos ciegos ante la historia, ante lo nuestro, ante el mundo.

Un breve parpadeo: el domingo leí en EL UNIVERSAL que los diputados —aparte de su dieta, seguros médico, vales de comida, oficinas con luz, gasolina, dinero para gestiones sociales, gastos de odontología, otros vales, viáticos y pasajes indiscriminados y otros que ignore— dilapidan un millón de pesos en comidas por diversas causas. ¿Austeridad republicana?

El Universal (05 de Junio de 2008)
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